Los tiempos que vive la sociedad española son ciertamente tumultuosos. Asistimos a una confrontación insostenible y una polarización que tiene muy pocos visos de apaciguarse, y en el centro de toda la bronca se encuentra el Poder Judicial.
Aunque parezca una evidencia, cualquier democracia se asienta sobre un principio fundamental para el equilibrio social y político como es la separación de poderes. Ciertamente la filosofía política de Locke y Mostesquieu debería ser un canon para las democracias liberales y el Estado de Derecho.
Y el contrafuerte principal de esa separación debe descansar en una Justicia independiente solo sometida al imperio de la Ley como expresión de la voluntad general o soberanía popular.
Esto tan evidente porque garantiza la igualdad de los ciudadanos, la protección de los derechos, incluidos los de los mas débiles en una sociedad avanzada, se quiere volar a cualquier precio por intereses pequeños y partidos cuya finalidad es sobrevivir a las elecciones.
Uno sabe cómo empieza pero no cómo acaba el relato que pasa por insultar a los jueces y por descalificarlos cuando las resoluciones no convencen
Uno sabe cómo empieza pero no cómo acaba el relato que pasa por insultar a los jueces y por descalificarlos cuando las resoluciones no convencen. Y hay muchas confusiones interesadas como la de hablar del Constitucional como un Tribunal más cuando su función principal no es la aplicación de la Ley, sino la vigilancia constitucional.
De hecho su propia conformación mixta, con Magistrados elegidos por la Cortes Generales, el Gobierno o el CGPJ, revela que los juristas que acceden a dicho órgano deben obedecer no a quien les nombra sino a sus convicciones de expertos constitucionalistas.
¡Qué triste espectáculo produce calificar a unos u otros miembros del TC con la etiqueta de conservador o progresista! Tampoco ayuda que normalmente se creen bloques donde se vota al alimón de las previsibles posturas contradictorias.
Del CPGJ qué se va a contar. El propio TC alertó en su momento sobre el riesgo de manipulación partidista por el sistema de selección exclusivamente parlamentaria en la selección de sus vocales.
los partidos se han encargado de darle la razón y durante varias décadas en el órgano de gobierno de jueces se forman grupos que se identifican por quienes les nombró
Así, los partidos se han encargado de darle la razón y durante varias décadas en el órgano de gobierno de jueces se forman grupos que se identifican por quienes les nombró. Y en esa tensión se vive pretendiendo que la Justicia como conglomerado de Tribunales de Justicia ordinarios, su órgano de gobierno y el tribunal de garantías constitucionales responden de manera sumisa al dictado de la mayoría de turnos, sin posibilidad de examen de legalidad de procedimientos o de cualquier interpretación sobre el acervo constitucional.
Ni los jacobinos pudieron expresar mejor la idea de que los frenos y contrapesos de una democracia deben diluirse al servicio de la única voluntad que es la mayoría parlamentaria, que todo lo puede como si fuera el poder constituyente del cada día.
Sin separación de poderes real y con el arma arrojadiza de la Ley-medida, por cierto tan respetada por el nazismo, el resultado será más autoritarismo, menos convivencia democrática e incertidumbres para los derechos de la ciudadanía.