Las plagas de corrupción política y económica han dejado como legado la descomposición de la casta política clásica, y la necesidad de transparencia en cada uno de los rincones de la vida nacional.
Como creo firmemente en la sociedad civil, valoro especialmente que algunas Comunidades Autónomas, de Cataluña a Madrid, regulen, institucionalicen y alienten los registros de los denominados grupos de intereses. Cabildear se ha hecho y se hará siempre. Desde los que apoyan los intereses de la industria tabaquera, hasta los que defienden al hermano lobo. La vida se teje de puntos de vista contrapuestos, de sensibilidades diversas, y de luchas económicas legitimas en los entornos económicos capitalistas como esté. Nada hay más liberal en el sentido político que permitir la expresión franca de cualquier credo, ideología y defensa de intereses empresariales, laborales o del asociacionismo en general.
Los partidos son hoy herramientas oligárquicas que, sean de la vieja o nueva política, acaban siendo agencias de colocación de empleo. Por no hablar de las leyes de turno que configuran el sistema de listas cerradas y la dictadura de las Ejecutivas de las diversas facciones partidarias. Que incluso la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia haya previsto ese catálogo de grupos de presión resulta absolutamente saludable para la definición de un mercado abierto y competitivo. En verdad, este organismo regulador está dejando buenas noticias por la conexión y comprensión de la realidad de los nuevos fenómenos económicos.
Los lobbies nunca dejarán de rondar a los actores de la vida pública. Por ello, que se sepa dónde está la mano que mece el interior de una ley, o la adopción de decisiones públicas, es capital en una democracia madura y transparente. Hay mucho camino por recorrer. Y evidentemente la regulación de los grupos de interés debería consagrarse en el ámbito estatal. Y como en tantos países en que nos miramos, sería decisiva la obligación de publicidad de las agendas de ministros y diputados. Muchas conversaciones a medianoche, grabadas o sin grabar, no estarían expuestas a la portada del periódico del día siguiente.
La claridad y transparencia son los antídotos eficaces para que quienes se dedican a la cosa pública no tengan tentaciones pecadoras. Muchos lobbies para un mundo abierto y una sociedad plural y rica.