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El Gadgetrón: Aquellos piratas buenos

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Ángel Sucasas
Ángel Sucasas
Editor de Tecnología en el periódico EL PAÍS y colaborador en medios como The Objective y JotDown, Ángel Sucasas es un experto consolidado en analizar todas las tendencias actuales del universo puntocom. Amante de los videojuegos e impulsor de muchos de ellos, goza de una capacidad única para extraer y exponer al lector conclusiones sencillas y consejos accesibles sobre los complejos planteamientos en los que interactúa la sociedad con la tecnología. Actualmente compagina sus labores periodísticas y como escritor (ya ha publicado hasta tres novelas de ficción) con las de director narrativo de videojuegos en Tequila Works y como diseñador en Mercury Steam. Y sí, efectivamente: es un genio. Discreto y educado, pero genio a fin de cuentas.

Vamos a contar hoy una de piratas. Pero de piratas buenos. O de piratas que queremos llamar buenos, cuando a lo mejor no deberíamos.

 

En fin, uno puede decir que se queda a medias tintas si divide cualquier cosa en blanco y negro o que las carga. Pero no sé ustedes… Cuando pienso en la Segunda Guerra Mundial, aunque no soy imbécil y sé lo que había por cada lado, tengo claro que Hitler era el malo y todos los que estaban frente a él, los buenos.

 

Por pura necesidad del mundo; e independientemente de cómo aprovecharan unos y otros derrotas y victorias para reinventarse/enriquecerse.

 

Moralmente, había dos caras en la moneda. Y había que elegir.

 

Tengo que decirles, incluso con lo complejo, extremadamente complejo que es juzgar la situación sociopolítica y geoestratégica actual, en un mundo que contiene la respiración, en la literalidad y en la alegoría, contra el cambio climático, con unas naciones que saben que dependen unas de otras, pero a las que está atenazando el miedo a quedarse sin recursos (yo creo que todo proviene de ahí, de intentar proteger lo propio a cualquier coste en lugar de mirar cuánto tenemos que perder como colectivo para preservar lo máximo posible del bienestar universal), yo tengo muy claro quiénes son los malos y quiénes los buenos en esta película.

 

Rusia ha entrado a sangre y fuego en una democracia. Ha matado a gente como yo. A gente como mi hijo. A civiles que vivían en paz. Esos, sin posibilidad de matiz, son los malos. Los buenos son mucho más equívocos, evidentemente, porque todo el mundo, y más en estos tiempos de Twitter, se pone del lado de los buenos.

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Hasta Putin lo hace, con el bochorno absoluto cuando afirmaba entender a J.K. Rowling, la autora de Harry Potter, por la presión social, y el acoso por redes, que sufre por sus posiciones en cuanto a los individuos transgénero; ojalá todo el mundo le hiciera caso a Stephen King en este y otros aspectos cuando dijo aquello de “J.K. Rowling está equivocada en esto, pero deja tu odio y tus insultos en casa”.

 

ALEKSEI BUTENKOV
FOTOGRAFÍA: ALEKSEI BUTENKOV

 

En fin, que considerar si los buenos somos nosotros por mandar armas a los ucranios, aunque sin atrevernos a poner ni medio pie encima de ese territorio con nuestros militares porque tememos, ni más ni menos, que con esa acción se acabe el mundo, es más que discutible.

 

Pero aquellos que no están ligados por el tablero de la política, aquellos que incluso se arriesgan dos veces, primero cruzando la frontera para luchar por Ucrania, y luego a las consecuencias, que pintan muy feas, si logran volver con vida a su país, a aquellos sí que hay que contarlos entre los buenos. Entre los héroes.

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Y entre esos héroes, volvemos de los cerros de Úbeda, están, precisamente, los piratas. Unos piratas muy concretos que, a buen seguro, le sonarán. Los hackers de Anonymous, una asociación bastante literal de hackers internacionales que se atrevió a lo que no se atreve la OTAN.

 

Declarar la guerra a Rusia. Directamente. Durante las últimas semanas, han logrado filtrar centenares de miles de e-mails, interrumpir retransmisiones televisivas, bloquear organismos censores de Rusia y mil y una tropelías piratescas destinadas a no dar tregua a Rusia por su guerra asesina.

 

Hubo hasta momentos francamente cómicos como cuando hackers prorrusos se atribuyeron haber contraatacado y conseguido tumbar la web de Anonymous.

 

A lo que Anonymous contestó: “Es muy tierno que los hackers prorrusos digan que han tumbado nuestra web. La cosa es que Anonymous nunca ha tenido una. Solo es más propaganda de su lado”.

 

El Gadgetrón: Aquellos piratas buenos

 

De la trinchera; literal. Durante el mes de marzo, más de 300.000 personas se organizaron por Telegram para ofrecerse como un ejército tecnológico para hacerle la puñeta a Rusia en todo lo posible. Las compañías y agencias rusas llegaron a reconocer la presión cibernética sin precedentes que sufren. Un diluvio universal de ira del mundo, no de los políticos, sino de los ciudadanos, contra el que se atreve a creer que puede matar y arrebatar la libertad al vecino.

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Con más de dos décadas en activo, y la máscara de Guy Fawkes, la popularizada por el inolvidable cómic de Alan Moore, V de Vendetta, Anonymous es la expresión de esa ira impotente que todos sentimos al usar nuestra herramienta más poderosa: la empatía nos permite llorar por un personaje de ficción, porque podemos imaginarnos lo que siente, ponernos en sus zapatos. Ponerse en los zapatos hoy de un padre que despide a su mujer y a su hijo en la frontera y se da la vuelta para, probablemente, morir con las botas puestas (y el que puede despedirse es el afortunado), da para una buena ración de ira impotente.

 

«La máscara de Guy Fawkes es la expresión de esa ira impotente que todos sentimos al usar nuestra herramienta más poderosa: la empatía»

 

Pero, invisibles, flotando, como los definió en su origen Chris Lander (un periodista de Baltimore), “como una bandada”, hay piratas entre nosotros, tal vez compartiendo un metro, un bus, una cafetería, que no dudan en transformar esa ira impotente en algo que usar contra los malos. Y eso, por lo menos a mí, me da motivos para sonreír. De tanto en tanto.  

 

Les dejo su lema, como despedida de este artículo y como frase para recordar cuando las sombras se alarguen:  Somos Anonymous, somos legión, no perdonamos, no olvidamos. Danos por sentado.

 

 

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