Todavía queda margen para equiparar costes, pero los fabricantes de automóviles, a falta de ayudas públicas para incentivar su compra, tendrán y tienen que poner todavía más de su parte para que los compradores de flotas de las empresas incluyan los automóviles libres de emisiones en sus cestas de la compra.
Esta es una de las principales conclusiones a las que llega la compañía de análisis Autovista, que recientemente ha estudiado los costes totales de tenencia del popular segmento de vehículos utilitarios compactos para el mercado de empresas, analizando modelos como el Opel Corsa, el Peugeot 208, el Renault ZOE (eléctricos) frente al Toyota Yaris híbrido y otro Peugeot 208, pero de gasolina.
El resultado, específicamente planteado para el mercado español para un contrato de 45.000 kilómetros totales en 36 meses, pone de manifiesto que, aun contando con el incentivo público del Plan MOVES del Gobierno para compañías, el ‘gap’ entre el coche eléctrico y el de combustión tradicional o combustión mixta es todavía amplio.
El salto es todavía muy significativo si se analiza el comparativo con un vehículo de gasolina, además. Es evidente que se echa claramente en falta una opción de análisis en clave diésel, pero también hay que decir que la mayoría de los automóviles utilitarios compactos se comercializan con mecánicas de gasolina.
Un Opel Corsa eléctrico, por ejemplo, resulta hasta un 28% más caro que un Peugeot 208 de gasolina, pero es que ocurre lo mismo con el Peugeot 208 de gasolina comparado con el de cero emisiones.
A igualdad de condiciones, es decir, computando lo que cuesta comprar el vehículo y lo que cuesta utilizarlo durante todo el ciclo de vida, la evidencia es que queda camino por recorrer. No el mismo camino que hace no tanto, un lustro digamos, pero sí que queda trecho.
No por casualidad, bajo nuestro criterio, el Renault ZOE reduce sustancialmente la diferencia. Fija el ‘benchmark’ del sector y fue el primero en llegar. Renault ha invertido miles de millones en tecnologías sostenibles y, después de años en el mercado, su eléctrico más reconocible, el ZOE, consigue colocarse mejor en términos de competitividad que sus competidores eléctricos en este análisis, en concreto es un 20% más caro teniendo en cuenta todos los parámetros.
Si les parece que la diferencia de costes es elevada en el ámbito de los compactos, fíjense en el que arrojan los vehículos eléctricos del segmento ‘C’, los tradicionales compactos como el BMW i3.
La misma firma de análisis, Autovista, llegó a la conclusión el verano pasado de que el ‘gap’ entre los motores tradicionales y los eléctricos es todavía, como quien dice, abismal y si se tienen en cuenta todos los factores.
Para el mercado español también, un BMW i3 resulta un 58% más caro que un Volkswagen Golf de gasolina equivalente en potencia, un diferencial que aumentaba incluso en el caso del Ionic hasta casi el 60%.
El Volkswagen Golf eléctrico, eso sí —aunque se descataloga próximamente—, “solo” es un 30% más caro que su hermano equivalente de gasolina teniendo en cuenta el coste total de tenencia (TCO) para 36 meses y 15.000 kilómetros anuales.
La diferencia entre el segmento compacto ‘C’ y el de utilitarios ‘B’ que ilustra en forma de infografía estas páginas reside en que en el primero de los casos, y aun con incentivos, la brecha es demasiado alta.
En el caso de los utilitarios, la distancia —digamos un promedio del 30%— entre un eléctrico y un motor de combustión puede ser asumida por el propio fabricante, siempre que existan ayudas públicas por parte del Gobierno.
En este sentido, el precio de venta con el que se elabora esta infografía es el público, y las empresas, especialmente las que cuentan con una flota de vehículos de tamaño considerable, disponen de mejores condiciones porque adquieren muchas unidades.
“Los fabricantes de vehículos deben realizar un esfuerzo para reducir los precios de venta al público de sus coches en los próximo de 12 a 18 meses”, opina el Economista Jefe de Autovista, Christof Engelskirchen.
Los vehículos eléctricos de flotas pueden ser una piedra angular para apuntalar la movilidad sostenible de Europa en los próximos ejercicios.
En la actualidad, hasta seis de cada 10 vehículos matriculados en el continente son corporativos, una cifra enorme en la que cabe considerar que la mayoría de la tecnología que utilizan, más del 95%, se corresponde con mecánicas diésel y de gasolina.
En este sentido, los gestores de flota representan un rol fundamental para que se produzca el cambio de mentalidad hacia el vehículo eléctrico de empresa, pero cabe decir también que el usuario, independientemente de si es un cliente particular o un trabajador con derecho a coche de empresa, ha aceptado ya la realidad del vehículo eléctrico hace tiempo.
La tecnología y su uso está asumida, pero el modelo y la práctica juegan en una liga diferente y España, precisamente, es un buen ejemplo de ello, con un ratio ínfimo de postes de recarga públicos y un tedioso y complicado tejido legal que gestiona cada Ayuntamiento o cada Comunidad Autónoma que dificultan mucho el trabajo de las marcas de automóvil para delimitar espacios de carga comunes.
Por eso las grandes corporaciones mundiales pueden desempeñar un papel esencial junto a los fabricantes.
Gigantes de la distribución como Amazon han anunciado que pondrá en la calle hasta 100.000 furgonetas de reparto completamente eléctricas, un verdadero toque de atención para sus competidores. La alemana de logística DHL, de su lado, también cuenta ya con cerca del 15% de su flota de reparto mundial eléctrica, unos 12.000 vehículos sobre los cerca de 80.000 que utiliza.
Así es la furgoneta de reparto de Amazon. / FOTOGRAFÍA: AMAZON
Las empresas de más tamaño pueden absorber con relativa facilidad los vaivenes de precio de los coches eléctricos. Por eso cobra más relevancia aún el diferencial de precio que enuncia Autovista sobre el vehículo eléctrico y respecto del automóvil movido por combustibles tradicionales.
Porque la verdadera batalla, la que se dirime en los próximos años, va más allá del impacto de la gran empresa: el reto es conseguir que los millones de pymes y autónomos elijan opciones sostenibles cuando renueven sus vehículos.
Y eso parece más profundo que una bajada puntual del precio de venta.