El 26 de junio de 2020, en plena pandemia, y en esa fecha, el valor por acción del fabricante estadounidense de vehículos ecológicos Nikola alcanzaba un pico de 63,55 dólares por título. Y justo ese mismo día la acción de Tesla topaba con su récord, con unos asombrosamente parecidos 63,98 dólares.
Y Fleet People les pregunta: ¿En cuál de los dos valores habrían invertido?
Veamos. Nikola, a través de su fundador, Trevor Milton, llevaba más de un año reuniéndose con inversores potenciales para mostrarles una tecnología disruptiva que lo cambiaría todo: vehículos industriales movidos por hidrógeno, con una enorme autonomía y cero emisiones. ¿Quién podía pedir más?
Ese junio, Nikola tenía ya un valor de mercado de 31.000 millones de dólares, 7.000 más que la todopoderosa Ford.
Tesla, que ‘sólo’ se dedicaba a producir vehículos eléctricos, contaba en esa fecha con una capitalización de mercado impresionante, más de 600.000 millones de dólares, pero, como cualquier compañía con histórico bursátil, en este caso una década ya, sonaba a blue chip con un precio por acción más que descontado. Podría crecer, sí, pero en el mundo de las finanzas bursátiles se trata de captar el momento y ganar lo máximo.
Nikola, con una trayectoria en Bolsa en pañales, lo tenía todo en 2020 para ser cualquier cosa menos un chicharro.
El pasado mayo, Nikola recibió una seria advertencia del índice Nasdaq, donde cotiza, debido a que su valor por acción llevaba más de un mes por debajo de un dólar. Si esa situación se prolonga seis meses, el valor se retira de cotización de modo automático.
También en mayo, el valor por título de Tesla se situaba en el entorno de 200 dólares y, a finales de junio pasado, bordea los 250 dólares, por los casi 1,5 dólares a los que ha conseguido llegar Nikola, liberándose del factor exclusión.

Nikola ha sido víctima de la acelerada carrera de las nuevas start-ups de movilidad por ofrecer sistemas nuevos al mercado, propuestas que pueden convencer a inversores en un determinado momento. Pero la mentira tiene las patas muy cortas, como se arguye coloquialmente, y en noviembre de 2020 la firma Hindenburg Research emitió un informe en el que aseveraba que el dueño de Nikola mentía sobre la potencialidad del hidrógeno aplicado a su compañía.
“Es un fraude”, señalaron.
Milton utilizó hasta vídeos trucados para convencer —y debió hacerlo muy bien— a sus potenciales feligreses, ávidos por encontrar el nuevo maná de la movilidad del Siglo Veintiuno, de que Nikola era la compañía que iba a acabar incluso con el modelo eléctrico que, poco a poco, Tesla estaba inoculando en el mercado.
La realidad es que Trevor Milton anda hoy litigando por aplazar una sentencia en firme que le ha condenado a 25 años de cárcel, porque su único afán en todo el proceso de desarrollo de Nikola se centró en conseguir que la acción de la marca se inflara para captar el máximo beneficio particular. Poseía de modo directo e indirecto el 25% del capital.
A mediados del año pasado aún controlaba el 11% de Nikola de modo directo y el 9% a través de herramientas financieras indirectas.
Si usted hubiera invertido mil dólares (unos 910 euros) en junio de 2020 en Nikola, sus 16 títulos valdrían hoy 24 dólares. Con Tesla, esos mil dólares serían hoy casi 4.000 dólares.
Nikola ha transicionado en los dos últimos años hacia un modelo de vehículo industrial eléctrico, un concepto que el mercado ha aceptado con menos entusiasmo que su cruzada con el hidrógeno, pero que al menos es fiable, con modelos tangibles. La apuesta eléctrica ha convertido a Nikola, eso sí, en un actor más, no en el elemento disruptivo que una vez pretendió ser.