Dicen que Luca de Meo, uno de los ejecutivos más inteligentes de la industria de automoción, aprendió alemán en menos de 12 meses. Que su fichaje se gestó en inglés y que, un año más tarde, cuando presentó ante el Consejo de Administración de Volkswagen en Alemania su primer informe como directivo de la casa, se manejaba en un envidiable teutón que dejó patidifusos a los próceres del gigante del motor.
Quizás tuvo el mismo profesor que Pep Guardiola. Quién sabe.
Esa celeridad, salvando las distancias, es la que el máximo responsable del Grupo Volkswagen en España le pide al nuevo Gobierno. Si no en la toma de decisiones, sí en lo que toca a la predisposición, al interés, para abanderar el futuro de la industria del automóvil nacional, una actividad económica clave que genera el 10% del Producto Interior Bruto anual del país.
Los nuevos procesos de cambio de todas las industrias manufactureras, unido a los también novedosos modelos en la demanda de vehículos y la consiguiente transformación en el tipo de vehículo que se construye en las factorías de automóviles demandan nuevos apoyos, pero también nuevos modos de pensar y de actuar.
En clave digital, por supuesto.
“Disponer de un tejido productivo sólido te proporciona una mayor resiliencia y eso permite que la industria genere más exportación, que a la postre significa crecimiento”, asegura Luca De Meo, responsable de un grupo de marcas que facturan en España, en conjunto, casi 20.000 millones de euros cada ejercicio. Con unas exportaciones que suponen el 3,9% del total del país —y el 1,5% sus ingresos anuales—, la compañía tiene músculo y mando en plaza para, cuando menos, sugerir unas ciertas garantías de futuro.
Cada uno, su parte
¿Qué significa eso en la práctica? Para cualquier político con seny, la suma de Volkswagen y del resto del sector de automoción se debería traducir, como mínimo e incluso sin la mediación de un requerimiento previo —si nos apuran— en un viaje conjunto, con la mano tendida, hacia un futuro digital que cada vez es menos futuro y más hoy.
“El vehículo eléctrico va a cambiar nuestra relación con los proveedores, la cadena de suministro por completo… Todo. Y el proceso no será gratis. Será una inversión en la que se tiene que ver si se apuesta o no por ese 10% del PIB”, sostiene el ejecutivo, que remarca que sin duda “apostaría” por España dentro del concierto global productivo, ya que “tiene una posición fuerte”.
Pero la Política —con mayúsculas— debe hacer su parte.
“No tenemos ni el interés ni la arrogancia de influir en la política, pero pedimos una visión a 20 o 30 años de la industria para ver qué podemos hacer. España no puede continuar fabricando coches pequeños y sencillos, tiene que subir en la cadena de valor y utilizar más tecnología”, subraya.
Aun así, De Meo desliza un aviso para navegantes y advierte de que “la base de negociación” de nuestro país “no es muy buena”. Puede que tenga razón. Tengan en cuenta que no son españoles los propietarios de las fábricas que producen vehículos en la península. No contamos en la industria de automoción con figuras como Amancio Ortega (Inditex) o Juan Roig (Mercadona).
“Vamos a tener que luchar porque los centros de decisión están fuera. Necesitamos apoyo, pero lo veo posible”, remarca el jefe de Volkswagen, que aboga por el optimismo y porque la industria del motor local “repita el milagro de hace 20 o 30 años”.
En este momento, el grupo Volkswagen tiene dos objetivos: democratizar el coche eléctrico y “situar España en el mapa mundial de la automoción”, según De Meo.
En la mano del nuevo Ejecutivo está decidir si comparte esa misma sintonía.
Y sensibilidad.
—— “Cuando una industria proporciona empleo a más de dos millones de familias y representa el 10% del Producto Interior Bruto (PIB) no estamos hablando de un proyecto de Industria, sino de un proyecto de país”.